A diferencia de la Navidad, donde los platos buscan lucirse, el 31 exige resistencia: algo cálido, que pueda servirse en varias rondas y que sobreviva a la conversación prolongada. El pozole, por construcción, cumple esa función. Una olla responde tanto a quienes llegan temprano como a quienes aparecen después del brindis.
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En una noche donde se bebe y se come en tiempos dispersos, tener un plato central que ordene la mesa cambia la experiencia: cada vuelta a la olla ofrece tregua al cuerpo y continuidad al encuentro.
Tres decisiones que definen el resultado
- Maíz al punto: firme, abierto ligeramente, nunca deshecho.
- Caldo claro pero intenso: sin grasa flotante, con sabor largo.
- Carne que cede sin perder fibra: espinazo y maciza equilibran textura.
- La clave técnica está en controlar la cocción y no permitir ebulliciones agresivas que revienten el grano o agiten la grasa.
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