En el árido desierto del Kalahari, en Sudáfrica, las suricatas desarrollaron una estructura social singular en la que el liderazgo está en manos de las hembras alfa.
Estas matriarcas, únicas reproductoras del clan, ejercen un control absoluto sobre la supervivencia y el orden del grupo, una función que se vuelve aún más crítica frente a las crecientes amenazas ambientales.
Según informa National Geographic, el dominio de estas hembras es esencial para que la especie resista las condiciones extremas impuestas por el cambio climático.
Las suricatas forman parte de un pequeño grupo de mamíferos con sociedades matriarcales y viven en clanes donde la hembra dominante guía a una familia multigeneracional.
La matriarca mantiene la cohesión del grupo, supervisa las expediciones diarias en busca de alimento, coordina la vigilancia ante depredadores y asegura el cuidado de las crías.
La ausencia de esta líder pone en riesgo la capacidad del clan para alimentarse y protegerse, lo que resalta la importancia de su rol en la estructura social, de acuerdo con National Geographic.
El liderazgo de las hembras alfa se fundamenta en características físicas y hormonales diferenciadas. Las matriarcas suelen ser más grandes, fuertes y agresivas que las hembras subordinadas.
Durante la gestación, los niveles hormonales de la hembra dominante pueden duplicarse, lo que incrementa su fuerza y agresividad. Esta ventaja biológica le permite afirmar su autoridad y defender a su descendencia ante cualquier amenaza, ya sea interna o externa.
En tiempos de escasez, las matriarcas pueden adoptar medidas extremas para asegurar la supervivencia de sus crías y del grupo. Un caso observado por la rastreadora Olorato Moacwi en la Reserva Tswalu Kalahari ejemplifica este comportamiento: cuando dos hembras del mismo clan quedaron embarazadas simultáneamente durante una época de carestía.
La hembra dominante atacó brutalmente a la subordinada tras el nacimiento de sus crías, eliminó a los cachorros rivales y expulsó a la madre del grupo. Solo permitió su regreso después del nacimiento de sus propios cachorros. Como explica la ecóloga conductual Christine Drea en National Geographic: “La hembra más agresiva es la que tendrá más descendencia sobreviviente”.
El entorno del Kalahari es cada vez más hostil para las suricatas. Desde fines de los años 90, las temperaturas en la región aumentaron más de dos grados Celsius y los días de calor extremo se triplicaron.
Sin embargo, la sequía representa la amenaza más directa, ya que reduce la disponibilidad de insectos, principal fuente de alimento de las suricatas. Esto obliga a los clanes a recorrer mayores distancias y excavar más profundo en busca de sustento.
El zoólogo Tim Clutton-Brock, fundador del Kalahari Meerkat Project, señala en National Geographic: “Las sequías son realmente lo que hace caer la población de suricatas”. Durante los años 2012 y 2013, una sequía severa eliminó a más de la mitad de la población en el Kalahari Research Centre, y los clanes actuales son más pequeños y vulnerables que antes.
A pesar de estas adversidades, las suricatas muestran una destacada capacidad de recuperación, impulsadas por el liderazgo de sus matriarcas. Moacwi observvó cómo, al final del invierno, el clan más grande que monitorea duplicó su tamaño tras el nacimiento de dos camadas.
La cooperación y la competencia conviven en la dinámica social de estos animales, permitiéndoles adaptarse a la escasez y a los desafíos ambientales. “Las suricatas se recuperan muy bien”, afirma Moacwi en National Geographic.
El caso de una matriarca que sobrevivió a la mordedura de una víbora de Gabón, gracias al apoyo de su familia, ilustra la resiliencia y la centralidad de estas líderes en la vida del clan. Semanas después del incidente, la hembra recuperó el liderazgo y volvió a estar en estado de gestación, confirmando el papel insustituible de las matriarcas en la continuidad de la especie.
