En los albores del siglo XX Buenos Aires era un crisol de arquitecturas de estilo academicista que reflejaban la aspiración de parecerse lo máximo posible a París, la meca del buen gusto y el savoir faire para una poderosa aristocracia ganadera que marcó el espíritu de una época de abundancia. Pero cuando la Primera Guerra terminó, de poco las curvas se volvieron rectas y el canon estético viró hacia un ascetismo inesperado, preludio de un movimiento que expresaría el cambio de dirección: el art déco.
El pasado 4 de noviembre quedó inaugurada la exposición “Art déco en Argentina” en el paseo La Cisterna, el sitio arqueológico ubicado en el Casco Histórico porteño. Organizada por Cedodal, la Biblioteca del Congreso y la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico, la muestra coincide con el centenario de Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París (1925), plataforma de lanzamiento de una corriente estética que dejó una huella profunda en la modernización urbana del mundo. Si bien la exhibición propone un muy breve recorrido documental por las primeras manifestaciones en la Argentina, a través de una selección de obras arquitectónicas, gráficas y ornamentales, la iniciativa contextualiza el impacto que tuvo en el paisaje local. Los capítulos incluyen estudios regionales —Buenos Aires, Bahía Blanca, Rosario, Santa Fe, Concepción del Uruguay, Córdoba, Mendoza, Tucumán— y destaca la influencia de figuras clave como el arquitecto Alejandro Virasoro, impulsor del movimiento en la Argentina, y su colega Francisco Salamone, cuyo trabajo transformó la fisonomía de varias ciudades del interior.
El aniversario encuentra a París revisitando su propia historia con la exposición “1925-2025, Cent Ans d’Art Déco” en el Museo de Artes Decorativas.
La capital francesa vuelve sobre el momento posterior a la Primera Guerra, cuando surge un nuevo concepto de lujo que atravesaría a todas las disciplinas artísticas, desde la arquitectura, el espectáculo, la literatura, el diseño interior y de mobiliario y la gráfica hasta la moda y la joyería. Sus formas se organizan en líneas rectas, ángulos marcados, patrones en zigzag y volúmenes escalonados que buscan transmitir orden y dinamismo; la ornamentación es abundante y discreta a la vez, algo fría, pero expresaba los ideales de una época deslumbrada por los hallazgos arqueológicos y los adelantos tecnológicos. Soles radiantes, rayos, figuras humanas simplificadas y motivos vegetales abstractos conviven con símbolos del progreso como engranajes o rayos eléctricos se aprecian claramente en las fachadas de muchos edificios porteños, su expresión más visible y monumental.
El movimiento combinó materiales clásicos como mármoles, lacas y maderas con otros productos fabricados por la industria, entre ellos el vidrio, el cromo o el acero inoxidable. Esa mezcla de refinamiento artesanal y tecnología definió una identidad que se completó con influencias de diversas culturas redescubiertas, por ejemplo, el Egipto antiguo, las civilizaciones mesoamericanas, el arte africano y las estéticas orientales, reinterpretadas desde una mirada simplificada.
La simultaneidad entre la gran exhibición parisina (se puede visitar hasta abril de 2026) y la muestra local abre una oportunidad para descubrir el lugar del art déco en la historia cultural de la Argentina, cómo lo adoptamos y reinterpretamos aquí. No es difícil apreciar la potencia de su legado en las calles de Buenos Aires, basta caminar por la ciudad y mirar con atención hacia arriba.
Entre los ejemplos notables destacan casi todos los proyectos del arquitecto Alejandro Virasoro (1892-1978), cuya obra definió una parte significativa del perfil moderno de la ciudad. Su casa familiar ubicada en Agüero 2038, declarada Monumento Histórico Nacional, es símbolo ineludible de su visión, e idéntica importancia tiene el edificio diseñado para el Banco El Hogar Argentino (Bartolomé Mitre 567) en el que destacan las formas geométricas puras y una clara afición por el cubo y el cuadrado, una lógica que también aplicó en la Casa del Teatro (Av. Santa Fe 1243), donde empleó mármoles, luz fluorescente y volúmenes aerodinámicos. Para el visitante atento será un hallazgo observar la fachada con su pirámide y las máscaras alusivas al drama y la comedia.
Otra construcción emblemática de Virasoro es La Equitativa del Plata (Diagonal Norte 570), una edificación en apariencia austera, muy criticada en su momento, que destaca por su cúpula con tambor y sucesivos volúmenes cilíndricos que rematan en una superposición de anillos. Durante años funcionó allí una sede de la francesa Aéropostale, dirigida por Antoine de Saint Exupéry, y hoy forma parte del fabuloso circuito de cúpulas que coronan la Diagonal Norte (ideal apreciar la Equitativa desde el primer piso del restaurante Green eat, que está en frente).
Para los que quieran conocer más sobre este gran arquitecto, y de paso escuchar buen jazz, el Bar Virasoro funciona en una vivienda familiar que lleva su firma.


