Hora de balance. De recordar. También, de olvidar. Inevitables reflejos que se activan cada fin de año. Lo bueno. Lo malo. Lo lindo. Lo feo. Casi todos en todos lados hacemos lo mismo. Pero en la Argentina es más difícil. Cada año son muchos en uno solo. Un laboratorio perfecto para experimentar la relatividad del tiempo. “Estoy agotado”. “Que termine de una vez”. “Qué largo que se hizo”. Son algunas de las frases que más he escuchado en las últimas semanas. Me sorprendí. Creía que era solo un problema de los que por nuestra profesión vivimos pendientes del minuto a minuto de los acontecimientos y terminamos exhaustos estos 365 días. Sin embargo, gente cuyo mediano plazo es más largo que los próximos 15 minutos sentía el mismo cansancio y hartazgo. La Argentina no da respiro ni cuando parece que se estabiliza. Siempre hay una ola capaz de revolcarnos. Y sin hablar de contingencias personales ni climáticas. La economía y la política no dejan de sorprendernos. O, peor, de alterarnos, de obligarnos a revisar los planes. No está fácil el balance de 2025. Ya lo dijo Gabriel García Márquez; “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Y hay demasiado para contar de este año. Agotador.
