Polonia decidió iniciar la fabricación de minas antipersonales por primera vez desde el final de la Guerra Fría y prevé desplegarlas en su frontera oriental, además de evaluar su posible exportación a Ucrania, según declaró a Reuters el viceministro de Defensa, Pawel Zalewski.
La decisión se enmarca en el programa defensivo conocido como “Escudo del Este”, cuyo objetivo es reforzar las fronteras polacas con Bielorrusia y con el enclave ruso de Kaliningrado. Según explicó Zalewski, Varsovia busca incorporar este tipo de armamento como parte de un sistema más amplio de fortificaciones y obstáculos militares.
“Estamos interesados en grandes cantidades lo antes posible”, afirmó el viceministro en declaraciones a Reuters, subrayando la urgencia que atribuye el Gobierno polaco a la medida en el actual contexto de seguridad regional.
El anuncio sitúa a Polonia dentro de una tendencia creciente entre los países europeos que limitan con Rusia. Casi todos ellos, con la excepción de Noruega, han comunicado planes para abandonar o suspender su adhesión al Tratado de Ottawa, el acuerdo internacional que prohíbe el uso, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales.
Ese tratado, en vigor desde 1999, fue diseñado para erradicar un tipo de arma ampliamente criticado por su impacto indiscriminado sobre la población civil y por los daños persistentes que causa décadas después de los conflictos armados. Polonia es actualmente Estado parte del acuerdo, lo que implica que cualquier producción o despliegue requeriría una retirada formal o una reinterpretación de sus compromisos internacionales.
Varsovia argumenta que la invasión rusa de Ucrania en 2022 alteró de forma estructural el entorno de seguridad en Europa del Este. Desde entonces, el Gobierno polaco ha incrementado de manera sostenida su gasto en defensa y ha impulsado una rápida modernización de sus Fuerzas Armadas, con compras de armamento a Estados Unidos, Corea del Sur y otros socios.
El componente fronterizo del “Escudo del Este” incluye no solo minas, sino también sistemas de vigilancia, barreras físicas y refuerzos de infraestructura militar en zonas consideradas estratégicas. Las autoridades polacas sostienen que estas medidas tienen un carácter estrictamente defensivo y buscan disuadir incursiones o presiones híbridas desde el este.
La posibilidad de exportar minas antipersonales a Ucrania añade una dimensión adicional al debate. Kiev ha reclamado en repetidas ocasiones mayor apoyo militar para contener el avance ruso, aunque el uso de este tipo de armas plantea dilemas legales y humanitarios, incluso entre los aliados de Ucrania.
Organizaciones internacionales y grupos de derechos humanos han advertido reiteradamente sobre las consecuencias a largo plazo del empleo de minas antipersonales, especialmente en territorios donde la población civil convive durante años con restos explosivos sin detonar. Estas preocupaciones chocan ahora con una percepción de amenaza que varios gobiernos del flanco oriental de la OTAN consideran existencial.
El giro polaco refleja así una tensión cada vez más visible entre los compromisos internacionales en materia de desarme humanitario y las prioridades de seguridad nacional en un continente marcado de nuevo por la guerra convencional. El modo en que Varsovia formalice su salida del tratado y concrete el despliegue será observado de cerca tanto por sus aliados como por sus críticos.


